Historias africanas. Sudáfrica tras el fin del apartheid (Parte 4)

La visión de los historiadores

Esta parte del análisis consiste en comparar la valoración que dos historiadores realizan sobre la Sudáfrica post-apartheid. He utilizado las obras homónimas Historia de Sudáfrica, por un lado la de R.W. Johnson, editado por Debate en el año 2005; y por el otro la de Robert Ross, editada por Akal en el año 2006. El espacio temporal que analizan ambos es el mismo, desde la etapa prehistórica hasta la actualidad. Son obras generales de divulgación que tratan de acercar a un lector medio la historia de este país, dándole especial relevancia a la etapa contemporánea. La idea de comparar ambos libros surgió después de la primera lectura del libro de Johnson, ya que su lectura de la situación actual de Sudáfrica está muy alejada de la idea preconcebida que yo tenía. Posteriormente, tras leer la obra de Ross, creí interesante comparar ambas visiones y tratar de extraer unas conclusiones lo más neutrales y objetivas posibles.

El libro de Johnson da una visión muy negativa de la Sudáfrica actual, y es especialmente crítico con el gobierno del CNA. Comparte algunos argumentos con la DA, como el fracaso de las políticas educativas, la existencia de una elevada criminalidad o las elevadas tasas de desempleo. Además Johnson hace hincapié en otros elementos negativos de la nueva Sudáfrica como los problemas en la sanidad sobretodo por la gran epidemia de SIDA – o la fuga de cerebros que supone la emigración masiva de sudafricanos preparados.

La epidemia de SIDA, uno de los principales problemas de Sudáfrica.

Por encima de todos estos elementos, Johnson critica ferozmente al CNA y su modo de gobernar. Johnson califica las políticas de discriminación positiva como ingeniería social y la compara con la llevada a cabo durante el apartheid (pág. 370). Johnson afirma que en muchos ámbitos los blancos están discriminados, ya que el CNA se ha propuesto conseguir que todas las administraciones públicas sean racialmente representativas de la composición étnica de Sudáfrica. También critica la nueva corrección política que se ha instalado en el país, que convierte, según él, a cualquier crítico con el CNA en racista o en culpable de racismo subliminal (pág. 376).

El texto de Johnson es una continua crítica destructiva de todas las actuaciones del CNA desde que asumió el poder. El único elemento que R.W. Johnson salva de la quema es Nelson Mandela, aunque en algún pasaje (pág. 379) lo tilda de marioneta de Mbeki. La epidemia del SIDA y la desastrosa gestión que de ella hizo el CNA en sus primeros años, son también utilizadas por Johnson para criticar al gobierno. Johnson llega a decir que las actuaciones del CNA respecto a los enfermos de SIDA sudafricanos supera la crueldad de Verwoerd y la antigua élite nat (pág. 392).

Por último, me gustaría remarcar que Johnson compara continuamente al gobierno del CNA con el gobierno del National Party durante el periodo del apartheid:

  • Refiriéndose a la victoria del CNA en las elecciones de 1999, Johnson afirma: En muchos aspectos la victoria del CNA se pareció a la victoria del NP en 1958. (pág. 396)
  • Comparando, en el epílogo, los nacionalismos afrikáner y africano, Johnson asegura: Al principio los nacionalismos afrikáner y africano parecían muy diferentes. El CNA fue el primer gobierno de Sudáfrica que prometió construir una nación común, y esta promesa fue recibida con un entusiasmo y una gratitud enorme por todas las capas de la sociedad. Pero ahora, al cabo de una década, está claro que los dos nacionalismos tienen mucho en común, en particular cuando están en el poder. Ambos han adulado para engañar. Ambos han atraído seguidores basándose en el sufrimiento y el agravio históricos, y ambos han intentado simultáneamente crear una sensación de victimismo y un sentimiento de superioridad entre sus partidarios. Esta promesa de una nación común no se ha materializado (pág.400).

La visión que muestra Robert Ross es prácticamente opuesta a la de R.W. Johnson. Ross describe una Sudáfrica con problemas, pero al mismo tiempo reconoce los avances que se están llevando a cabo. Su análisis no es tan catastrófico, aunque también enumera las problemáticas que aparecen en el texto de Johnson. Es una visión más matizada y no tan destructiva. Además Ross asegura que la consolidación de la democracia sudafricana ha hecho que aumente la visibilidad de los problemas (pág. 210).

Los tres presidentes de la Sudáfrica democrática. Jacob Zuma, Nelson Mandela y Thabo Mbeki

El libro de Ross valora de manera positiva la actuación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación; y su opinión sobre el presidente Mbeki también es favorable. Ross recoge en su obra los logros del gobierno, y no se centra solamente en los aspectos negativos. Valora por encima de todo que la nueva Sudáfrica es un estado democrático, y por tanto, por muchas dificultades que atraviese siempre será mejor que el régimen anterior. Además trata temas en los que la labor de los gobiernos del CNA ha sido muy favorable para los sudafricanos más desfavorecidos. La mayoría de sudafricanos tiene acceso a agua y corriente y electricidad, y las políticas de vivienda también han ayudado a paliar la situación de las capas sociales más bajas (pág. 214).

En referencia a aspectos más espinosos, como la corrupción o la epidemia de SIDA, Ross expresa opiniones más moderadas y no trata de responsabilizar únicamente al gobierno. En cuanto a la corrupción, Robert Ross explica que se da especialmente en el nivel de la administración local, y por tanto no es un problema exclusivo del CNA. Sobre la epidemia de SIDA, Ross vincula el problema con la pauta sexual tradicional de la región, y aunque critica la actuación del CNA y especialmente de Tabo Mbeki, trata de explicar las motivaciones de su actuación.

A diferencia de Johnson, Ross asegura que las desigualdades raciales se han reducido, aunque la desigualdad social sigue siendo elevada. Reconoce que la pobreza no se ha reducido, pero valora el surgimiento de una incipiente clase media negra. Su discurso es más matizado que el de R.W. Johnson, y no cae en el maniqueísmo que sitúa al CNA como principal obstáculo para el desarrollo del país.

Pasará mucho tiempo antes de que desaparezcan las desigualdades del pasado, si es que eso llega a suceder algún día. En cualquier caso, los beneficios del nuevo orden van alcanzando muy lentamente a quiénes más los necesitan, y esa lentitud provoca una considerable frustración. Pero aunque la lluvia siga teñida con los colores del pasado, al menos sigue cayendo, y eso es lo que les importa a la mayoría de los sudafricanos. (pág. 218)

Conclusiones

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica ha sido la comisión de la verdad con más atribuciones y con más recursos de la historia. Su tratamiento individualizado de la amnistía ha servido como ejemplo a muchos otros casos; su énfasis en la verdad y en el intento de reconciliar al pueblo sudafricano ha sido alabado en todo el mundo. A pesar de estos aspectos enormemente positivos, la CVR tenido que cargar con el gran peso que supone la transición política de un régimen autoritario y violento a una democracia multirracial.

La CVR ha sido un elemento muy positivo. Teniendo en cuenta la situación de Sudáfrica en 1994, en que una guerra civil parecía posible, la actuación de la Comisión ha servido para dar paso a un régimen democrático con bastante legitimación. El objetivo primario, evitar un conflicto generalizado ha sido evitado.

En mi opinión, y recalcando que ésta ha sido la mejor comisión de la verdad hasta el momento, creo que no ha servido para resolver el principal problema de la actual Sudáfrica: la desigualdad social heredada del Apartheid. El sistema social impuesto por el régimen del National Party perpetuó las desigualdades privando de oportunidades a toda la población no-blanca. La auténtica reconciliación, la auténtica justicia social hubiera consistido en solucionar esta desigualdad.

La pobreza y las enormes desigualdades sociales están muy presentes en el país.

El caso sudafricano me recuerda en algunos aspectos al caso español. En el contexto en que tuvieron lugar ambas transiciones, seguramente no se pudo hacer más, pero este hecho no elimina la injusticia del proceso. Richard A. Wilson dice que la transición política hacia la democracia depende en gran medida de la fuerza de la oposición política, y creo que es totalmente cierto. En una situación de equilibrio de poderes entre gobierno y oposición, la única solución es hacer concesiones.

En el caso sudafricano, creo que es una evidencia que la minoría blanca renunció al poder político a cambio de conservar el poder económico. La sociedad sudafricana blanca tiene unos niveles de riqueza similares a los de los países más desarrollados de occidente, mientras que gran parte de los negros sudafricanos viven en unas condiciones similares a las de los países desfavorecidos del África subsahariana.

Por tanto, creo que la situación de Sudáfrica aunque no es la idónea es mejor que la de la Sudáfrica del National Party. El simple y trascendente hecho de acabar con un régimen como el apartheid supone por sí solo un gran avance. Independientemente de los logros o fracasos de los sucesivos gobiernos del CNA, mi opinión es que Sudáfrica está en la actualidad en una situación mucho mejor que la precedente.

Analizando las posturas defendidas tanto por los partidos políticos como por los libros de los dos historiadores observados, se hace evidente que la Sudáfrica del 2010 tiene muchos problemas. Circunstancias heredadas del pasado y nuevos factores como la epidemia de SIDA hacen de la sociedad sudafricana una realidad muy compleja. Su situación no es comparable con la de otros países que hayan llevado a cabo una transición hacia la democracia en los últimos años. El sistema del Apartheid fue único y tuvo unas características tan particulares, que sus efectos aún hoy en día son incomparables con las consecuencias de otras dictaduras.

Respondiendo directamente a la pregunta que da inicio a este breve y modesto análisis, la Sudáfrica actual está en un momento muy importante en su historia. El régimen democrático está consolidado, los conflictos generados de manera directa por el régimen del NP se están superando poco a poco; pero al mismo tiempo las desigualdades sociales que este régimen provocó están presentes en la Sudáfrica actual.

La minoría blanca renunció al poder político a cambio de mantener el poder económico, y este hecho impidió llevar a cabo una redistribución de la riqueza acorde con lo que la mayoría de población negra sudafricana reclamaba. Como dice Robert Ross, el incumplimiento de gran parte de estas enormes expectativas generó una profunda frustración, que es fácilmente visible en la sociedad sudafricana actual.

Para concluir, me gustaría destacar que si la celebración del mundial en 1995 fue simbólica por la unión del país en torno a la nueva bandera de la Sudáfrica democrática, la celebración del mundial de fútbol en este año 2010 significó un punto de inflexión. El mundo entero fijó sus ojos en el país, que respondió de manera brillante a lo que se le pedía. El aumento del turismo o la mejora de las infraestructuras son efectos directos de este acontecimiento. El reto que tiene ante sí el gobierno del CNA es conseguir que las capas sociales más desfavorecidas del país se beneficien de este importante evento.

Nelson Mandela en la inauguración del Mundial de Fútbol de 2010

La nación del arco iris, consciente de sus enormes problemas, debe seguir luchando para conseguir un futuro mejor para todos sus ciudadanos. El camino es largo, pero desde 1994 se han dado muchos pasos en la dirección correcta.

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